El 30 de julio del año 1945 tuvo lugar una de las mayores tragedias náuticas de la historia tras el hundimiento del Titanic; el hundimiento del Uss Indianápolis.
Aquel viaje era la travesía de regreso de este buque de la armada estadounidense: el Uss Indianápolis. El mismo, atravesó el mar de Filipinas desde Tinian hasta arribar a las costas de Guam, y desde allí zarpó en dirección a Leyte.
Sin embargo, otro sería el destino del barco. La noche del 29 de julio de 1945, poco después de las 23:00 horas, el Uss Indianápolis fue localizado por un submarino japonés y a las 23:35 el enorme barco recibió el brutal impacto de dos torpedos por estribor. Se tiene constancia de que uno dio a proa, destruyendo al menos 20 metros y de que el otro impactó entre la sala de máquinas y el depósito de municiones.
El buque quedó incomunicado, debido a que los generadores eléctricos fueron inutilizados y, por tanto, la radio quedó inservible. No tuvieron posibilidad de avisar a ningún otro barco. El certero impacto de los torpedos y los daños causados -absolutamente irreparables- hicieron que el barco se hundiese en pocos minutos. A las 00:27 de la madrugada del 30 de julio de 1945, el Uss Indianápolis ya se encontraba sepultado en el fondo del mar, a más de 3000 metros de profundidad.
Debido al impacto de los torpedos murieron más de 300 marinos, pero eso no fue todo. Por la misma razón, el buque se ladeó hacia estribor y los botes salvavidas no pudieron ser arriados, por lo que aproximadamente 880 marinos cayeron al agua, muchos de ellos desnudos, y muy pocos con chaleco salvavidas. Además, debido a un error, no había constancia de que hubiese ningún barco navegando por aquellas aguas en esa fecha, por lo que tanto los estadounidenses como los japoneses no dieron crédito al hundimiento.
Sin embargo, y pese a todo lo que habían sufrido ya, lo peor no había pasado aún. Hacia las primeras horas del amanecer aparecieron los primeros tiburones tigre, y, durante tres días, aquello fue algo parecido a una barra libre para los tiburones, pues atacaron y mataron sin piedad. Fue algo realmente insólito que hubiese supervivientes, teniendo en cuenta que, además de los tiburones, tuvieron que resistir el hambre, la sed, la insolación y las heridas durante casi una semana – La mayoría manteniéndose a flote sin más ayuda que la de sus músculos-. Muchos de los marinos que habían sobrevivido al hundimiento y resistían a duras penas en el agua perdieron el juicio debido a la ingesta de agua salada y asesinaron a sus compañeros.
Finalmente, el 2 de agosto de 1945, un avión de patrullaje antisubmarino se desvió de su ruta, lo que casualmente provocó que los náufragos fueran descubiertos. Unas horas más tarde, ya de noche, el barco Uss Cecil J. Doyle arribó a la sangrienta escena y recogió a los pocos supervivientes. De los 1196 tripulantes solo sobrevivieron 316.
A los otros 880, se los tragó el mar. Para siempre.